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A.M.I.A.

Sabíamos de su existencia, pero sólo las familias adineradas podían comprarla. Era AMIA, Asisstant Machine Intelligence Artificial. Un robot de uso doméstico cuya cabeza es una pantalla digital.

Un dia mi esposa recibió un mail del Banco Itau que ofrecía un crédito a través de la tarjeta Visa para comprar AMIA en Carlos Gutiérrez. La cuota era alta por lo que habría que sacrificar otros gastos, pero siempre fué así, como cuando compramos la primer computadora con aquel enorme visor de pantalla E74. Siempre quisimos estar del lado de la tecnología, hicimos el esfuerzo y la compramos.

Instalamos a AMIA en la cocina y pasó a ser un miembro más de la familia. Se diría que un miembro muy importante, porque nuestras vidas fueron mucho más cómodas sin las tareas domésticas. AMIA cocinaba, lavaba, cuidaba a los niños. Solo decir : AMIA recoge los platos. AMIA lava el baño. AMIA lava el baño. AMIA qué cenamos?. Porque en su pantalla estaban también todas las respuestas. Amia en qué fecha cae carnaval este año?

Pronto comencé a hacerle preguntas de cosas intrascendentes. AMIA cómo me queda este pantalón?. –Pantalón está bien, recomiendo calzado marrón que haga juego con color y no ese calzado deportivo negro. AMIA sabía todo. AMIA no fallaba, no se cansaba, no se quejaba. Resolvía todo. Era la comodidad hecha máquina. Con el tiempo esa comodidad se volvió costumbre y dependencia. Ya ho hay que pensar y resolver, tenemos a AMIA.

El otro día recibí un mensaje de mi amigo Julio Caposis, –Hola, cómo estás? Pocas palabras, pregunta sencilla, directa. Pero cómo estaba? No lo supe. La parte de mi cerebro que procesa emociones no funcionaba. Corrí a la cocina donde estaba ella, inerte, pero sirempre atenta y dispuesta. AMIA cómo estoy? No respondió. Ni ella ni nadie podía hacerlo, solo yo. Estaba seguro que yo tenia que tener la respuesta, pero no supe encontrarla.